El estrés fisiológico y el eje HPA (Hipotálamo/Pituitaria/Adrenal)
Recuerda: llamamos estrés fisiológico porque afecta a las células, a los tejidos, órganos y sistemas.
Piensa por un momento en una mañana en la que llegas tarde al trabajo porque el autobús no pasó o porque tu coche se ha quedado sin batería; al entrar a la oficina, descubres que hay una reunión sorpresa con tu jefe, y además, esa noche tienes que preparar la cena antes de recoger a los niños del colegio. Tu corazón late más rápido, respiras con más fuerza y sientes un "subidón" de energía que te empuja a reaccionar. Eso que experimentas en situaciones así se llama estrés fisiológico. En sí mismo, no es malo —te ayuda a actuar rápido—, pero si dura mucho tiempo sin descanso, puede causarte problemas de salud.
¿Cómo funciona el estrés en tu cuerpo?
Desde una perspectiva fisiológica, el estrés se inicia en el sistema nervioso central —principalmente en el hipotálamo— cuando éste identifica un estímulo amenazante (puede ser físico, químico o emocional). A través de una serie de señales neuroendocrinas, se dispara la activación de dos ramas principales:
Respuesta instantánea ("lucha o huida"):
- Cuando tu cerebro detecta algo que le dice "¡atención, tenemos un imprevisto!", envía un mensaje veloz a las glándulas suprarrenales (ubicadas encima de los riñones).
- Estas glándulas liberan adrenalina. Esa adrenalina hace que tu corazón bombee más rápido, que tus músculos reciban más sangre y que tu mente se enfoque en la tarea urgente.
- Es como si le pusieras "pilas extra" a tu cuerpo para resolver el problema de inmediato.
Respuesta prolongada (eje HHA):
- Simultáneamente, tu cerebro manda otra señal a una pequeña glándula en la base del cráneo (la hipófisis). Ésta le pide a las suprarrenales que produzcan cortisol, una hormona que mantiene la energía elevada un poco más de tiempo.
- El cortisol facilita que tu cuerpo transforme grasa y proteínas en azúcar, para que tengas combustible constante si la situación estresante no termina rápido.
En un momento puntual (por ejemplo, un imprevisto en el trabajo), este sistema te sirve para estar alerta, pensar con rapidez y actuar con agilidad. Pero si pasas días, semanas o meses en ese modo de alerta continua, tu organismo se cansa y empieza a desgastarse.
El cortisol es más bien conocido como "la hormona del estrés" y durante toda nuestra evolución, ha sido vital para nuestra supervivencia:
Nos ayuda a estar despiertos, a mantener la energía y a afrontar los desafíos cotidianos.
Sin embargo, a veces el contexto en el que vivimos, consigue que esta hormona se descontrole y se convierta en una constante alerta que afecta la mente y el cuerpo, dificultando el sueño, aumentando la fatiga o afectando a nuestro sistema inmune y digestivo.
Para ello, no debemos centrarnos solo en la hormona en sí, o en sus efectos, sino en las causas que llevaron a la desregulación del equilibrio y en cómo resolverlas.